jueves, 14 de febrero de 2008

No culpemos a los chicos por la poca historia que saben...

Esta nota de opinión editada en el Diario Clarín del día 6 de febrero de 2008, me hace pensar en la inmediatez, en la eterna juventud que nos venden los medios y que nosotros compramos, en qué hacemos los adultos para que los chicos no tengan interés en la Historia.
Hace un tiempo escribía en un trabajo para un Congreso sobre esta misma situación. En el film Malajunta, ( Malajunta, a veinte años del golpe militar, documental de Kugel y Aliverti, Argentina, 1996), en una entrevista al director de cine Luís Puenzo, éste se refería a que no puede hacerse culpables a los chicos de lo que los adultos no hablan. Y Umberto Eco alguna vez se refirió a la “espectacularización de los acontecimientos históricos recientes” que lleva a la gente a un pasado mitológico, “una ocasión para entretener, no un espacio para reflexionar” (Eco, Humberto: “La historia reciente como espectáculo”, en La Nación, febrero de 1995). También a ésto se refiere Eric Hobsbawm, quien dice que “La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven” (Hobsbawm, Eric: Historia del siglo XX, 1914-1991. Ed. Crítica. Barcelona, 1995. p.13).
Bueno dejo aquí el artículo y mi reflexión: ¿Podremos con la ayuda de las NTIC acercar a los chicos a ese "pasado", a la Historia, que en realidad no tiene razón de ser si no está viva —porque estudiar lo que no es significativo no tiene mayor importancia, lo que no me hace entender mi aquí y ahora, mi identidad, mi Historia—? Ya voy a seguir.
M.R.
NO CULPEMOS A LOS CHICOS POR LA POCA HISTORIA QUE SABEN

Encuestas educativas revelan la escasa noción de pasado que tienen los alumnos. No asombra, en un mundo que sólo celebra lo fugaz e inmediato. Por: Jean-Michel Dumay Fuente: COLUMNISTA DE "LE MONDE".

La constatación deja un sabor extraño: menos del 30% de los alumnos franceses son capaces de circunscribir una noción histórica. Es una de las conclusiones del balance, al término de la escuela primaria, sobre los conocimientos adquiridos de historia, geografía y educación cívica. Un 15% se encuentra en grandes dificultades y 27% demuestran conocimientos fragmentarios en todos los ámbitos.O sea que los alumnos más capaces podrán situar un castillo en la Edad Media, podrán indicar una fecha, nombrar personajes de ese período histórico y citar hechos importantes, mientras que otros se contentarán con identificar los elementos constitutivos del edificio reconociendo que se trata de una fortificación destinada a defender un territorio.Sería fácil echarle la culpa al sistema educativo. ¡Es tan fácil descargarse en el otro! Señalemos solamente que circunscribir una noción histórica, para los niños, igual que para los adultos, es cada vez menos evidente en el mundo contemporáneo.El presente y el instante han sido erigidos en culto. El pasado, al igual que los mitos o las ideologías, quedó relegado al olvido. Y el futuro, en muchos aspectos, aparece oscuro, por no decir completamente cerrado. "La historia, escribía Fran©ois Furet, se ha convertido en un túnel donde el hombre penetra en la oscuridad, sin saber dónde conducirán sus acciones, inseguro acerca de su destino (...) La idea de otra sociedad se ha vuelto casi imposible de pensar. Estamos condenados a vivir en el mundo en que vivimos".Poco antes de su muerte, el historiador reformuló ese sueño desvanecido: "Henos aquí encerrados en un horizonte único de historia, arrastrados hacia la uniformidad del mundo y la alienación de los individuos respecto de la economía, condenados a frenar sus efectos sin tener poder sobre sus causas".El 11 de setiembre de 2001 podría marcar en ese sentido una etapa nueva para la historia y los historiadores. Los alumnos de 11 años, pese a lo pequeños que eran, y mucho más seguro los estudiantes, vieron hacerse la historia ante sus ojos en la televisión: sobrevino un acontecimiento automáticamente hecho historia.¿Cómo pensar entonces la historia que, en otro tiempo, nunca se mostraba? La apuesta de la escuela es justamente abrir ventanas a "otra parte" para dar referentes en el espacio y el tiempo.Una apuesta y también una misión: el estudio citado al comienzo señaló que los resultados en las pruebas de conocimientos en historia son peores "cuando tienen que poner en juego referentes temporales y espaciales": los elementos "fechar" y "ordenar cronológicamente" son, entre los resultados de los alumnos, los que reciben menos respuestas acertadas.En cuanto al oficio de enseñar, la novelista Cécile Ladjali, a su vez profesora de letras puso este mes en la revista Etudes palabras fuertes y a la vez amorosas: "La escuela es sin duda ese lugar raro donde el tiempo se suspende para permitir el silencio, la escucha de sí mismo y del otro".Reitera allí la importancia del lenguaje en la adquisición de los saberes: "No olvidar las palabras es no olvidar la Historia". Y señala lo que comprueba todos los días: "Vivimos en un mundo de velocidad y de ruido, donde lo contingente se impone a lo esencial. El maestro tiene, por lo tanto, la tarea de hacer vivir a los alumnos momentos que se inscriban a contracorriente de su comportamiento diario. (...) Y esos momentos de discusión entre sí mismo y sí mismo (la lectura de un poema lleva a eso) construyen el ser y le proporcionan su base, para siempre. Esa eternidad compensa todas las demás apuestas a la velocidad y al ruido".Copyright Clarín y Le Monde, 2008. Traducción de Cristina Sardoy. http://www.clarin.com/diario/2008/02/06/opinion/o-02515.htm

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